En un mundo ideal las corcholatas sería monedas de oro
y los pedazos de cristal respetables seres sociales.
En un mundo ideal yo no sería yo, sería un árbol,
tú dinosaurio serías un ventrílocuo y
nunca envejeceríamos.
En un mundo ideal no habría que morir,
no habría que ser de carne y hueso,
no habría nada escrito.
Nos iríamos a la cama una noche y
luego partiríamos hacia donde el río
lleve su agua o quizá a otra galaxia.